miércoles, 9 de septiembre de 2015

CUESTIÓN DE JUSTICIA


Ante la catástrofe humanitaria que suponen las guerras de Oriente Medio y, como consecuencia, el éxodo masivo de ciudadanos provenientes de aquellos países,  las personas con un mínimo  de sentimientos empáticos nos conmovemos acuciados por la necesidad de hacer algo por estas personas desplazadas.

Sin embargo, estando pasando nuestro país por una situación de grave crisis económica no sería raro, por parte de algunas personas, caer en la tentación de comparar a desplazados con nacionales en situación precaria, y pedir que antes se ayude a los españoles que a los extranjeros, todo ello sin caer en ningún modo en apología de la xenofobia, sino pensando, quizás de una manera algo egoísta y ciertamente simplista, que primero los más cercanos.

Pues bien, ante esta dicotomía, parece necesario hacer una gran campaña de concienciación y sensibilización sobre el motivo por el se impone ayudar a tantos miles de seres humanos que huyen despavoridos de sus raíces, poniendo las más de las veces en peligro sus vidas y las de los suyos.

Comparar ambas situaciones carece de todo sentido, ya que para hacer comparaciones ha de partirse de elementos similares, es decir, no se puede comparar un huevo con una castaña. Se podrían comparar huevos entre sí, blancos, rubios, grandes, pequeños, de granja, de campo, etc, igualmente las castañas se podrían comparar entre ellas, verdes, maduras, pilongas, asadas, pero nunca uno de ellos con el otro. De igual manera es imposible comparar a un ciudadano víctima de la crisis con otro víctima de una guerra porque no son situaciones semejantes en modo alguno.

A las personas que a causa de la crisis están pasando por los peores momentos de su vida, con una amenaza de desahucios o  incluso ya desahuciados, en paro, sin prestaciones, en la peor de las situaciones posibles en un país en paz, al menos tienen eso, la tranquilidad de que en su entorno no hay bombas ni tiros, y de que, si bien parece que a los gobiernos les da igual que están pasándolas peor que mal, hay familiares, vecinos, amigos,asociaciones, ONG´S y entidades varias que, supliendo el papel de los gobernantes, ayudan a estos colectivos bien sea prestandoles un techo,con alimentos, pagando recibos de suministros,  medicamentos, evitando desahucios, procurándoles ropa y un sinfín de posibilidades que, sin ser la panacea universal, ayudan a ir superando tan lamentables situaciones. Personalmente a mí me causa una tremenda angustia ver por lo que están pasando y en la medida de mis posibilidades intento ayudar.

A las personas que huyen de una guerra nadie las ha apoyado en su país, a la lista de necesidades básicas, llámense alimentos, atención médica, vivienda, ropa, suministros como agua potable o electricidad, añadamos el terror de ver su vida y la de los suyos en peligro constante ya sea por bombardeos, tiros, atentados suicidas, degüellos, violaciones, secuestros y esa ristra terrorífica de situaciones que no podrán olvidar, en caso de sobrevivir, ya jamás en su vida. Estas personas luchan por algo insustituible, LUCHAN POR SU VIDA Y LA DE SUS SERES QUERIDOS ¿Qué más se puede decir?

¿Mostrarse solidarios con los desplazados significa dejar de lado a los españoles en situación de exclusión social? ¡en modo alguno! ambas cosas son totalmente compatibles.

Seamos amplios de miras, pongámonos por un momento en nuestra imaginación en situaciones de violencia extrema  y seguramente entenderemos  porqué la ayuda a los refugiados no es cuestión de caridad, es cuestión de justicia.



sábado, 5 de septiembre de 2015

ENTRE DOS FUEGOS




¿Quién no huiría de su país si se encuentra entre dos fuegos? Por un lado el gobierno bombardeando a la población civil, y por otro los sublevados, insurrectos, enemigos, atentando contra la misma población inocente.  Tan terroristas son los unos como lo son los otros, y lo son porque provocan el terror, inmersos en su barbarie asesina  intentando retener el poder o pretendiendo acceder a él y ostentarlo.


Siempre he seguido con interés y preocupación los acontecimientos que se van sucediendo en oriente próximo y medio, ya la famosa foto del trío de las Azores auguraba muy malos presagios, así se lo hizo saber el mundo a los tres artífices de lo que hoy es la catástrofe humanitaria del mundo árabe.


He  vivido con angustia creciente los sucesos sangrientos en esas guerras inventadas por los mercaderes de armas, con rabia tremenda el lenguaje torticero que usan los señores occidentales de la guerra, esos “daños colaterales” para referirse, sin levantar muchas ampollas, a los asesinatos de civiles inocentes, con pesimismo incrédulo la indiferencia interesada de otros países árabes,
supuestamente hermanos, y ahora con dolor inconsolable esas filas de personas sin nada más que sus manos y sus espaldas para transportar lo poco que les queda, pero con nada menos que la fuerza que da la desesperación de buscar una vida mejor para los suyos.

No puedo, aunque casi me falta las palabras, dejar de referirme a ese niñito inocente que ha muerto entre los brazos de su madre, ante la desesperación de su padre, y que el mar ha llevado suavemente, parecería que con cariño y cuidado, mecido en sus olas a la orilla dejándolo allí, como dormido. No puedo evitar pensar que  yo  tengo también en mi familia inocentes, niños pequeños, criaturas que deberían vivir solo situaciones felices que les hagan crecer en la confianza de que están a salvo, protegidos por los suyos.


Puede parecer un esnobismo, pero una imagen dice mucho más que mil palabras, esa imagen ha dejado una  impronta, creo que indeleble ya, en el ánimo de todas las personas de bien, las que estamos viendo con horror a los miles de seres humanos que huyen despavoridos de una muerte segura para ser maltratados por gobiernos xenófobos integristas cristianos.  Esa precisa imagen ha sido el catalizador que ha desbordado la necesidad de los ciudadanos de hacer algo, de dejar de ser testigos impasibles de tanto dolor, y como siempre, las personas han estado por encima de los estados, las personas han sido, hemos sido los que hemos dicho ¡basta ya! Aquí estamos para ofrecer nuestra ayuda, poca o mucha, será bastante más que la que hasta ahora están ofreciendo los gobiernos cicateros, peleándose por cuantos les va a tocar apechugar, como si en vez de seres humanos muy castigados fueran sanguijuelas indeseables.

Y claro, cuando el pueblo se desborda, y dice aquí estoy yo, es cuando los mandamases  de tres al cuarto dan el paso adelante y, queriendo sin querer hacen lo que es su obligación, atender a las personas que piden asilo.

Todos los seres humanos tienen derecho a buscar el bienestar y la mejor vida posible y en paz para sí y los suyos,  ese derecho inalienable y muy legítimo lo tenemos que defender todos los ciudadanos del mundo.

Una vez los españoles fuimos refugiados y podríamos, ojala que jamás se de esa circunstancia, volver a serlo, y eso es algo que nunca debemos olvidar.

Hay que actuar aunque solo sea por aquello de “hoy por ti, mañana por mí”