lunes, 21 de agosto de 2017

NO HAY QUE CONFUNDIR EL CULO CON LAS TÉMPORAS


Opinar en caliente de cualquier tema sensible y doloroso es un error, corremos el riesgo de dejarnos llevar por la rabia y en consecuencia caer en decir cosas de las que después podemos arrepentirnos. Por este motivo he dejado pasar unos días para escribir sobre los atentados de Barcelona.

A mí, como a mucha gente más imagino,  estos atentados me duelen triplemente, como ser humano, como española y como familiar de personas que viven en esa bellísima ciudad. Allí viven mi hija, mi yerno y mis nietos, también mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos, cualquiera se puede imaginar mi sobresalto, mi rabia y mi miedo al conocer la terrible noticia. Más aún porque mi hija vive muy cerca de Las Ramblas y no es raro que esa zona sea muchas veces el recorrido de sus paseos.

Por varios motivos tengo muchas amistades musulmanas o simplemente de países mulmanes, de las cuales las hay muy religiosas, menos religiosas y nada religiosas. Por hacer una comparación, para que se me entienda aunque resulte odioso hacerlo, podría decir que unas serian como catequistas, otras de misa dominical, otras de ritos obligados - llámese bodas, entierros, bautizos y comuniones- y otros ateos, y a ninguna de estas amistades las considero capaces de hacer una barbaridad como las que vemos hacer a estos terroristas, fríos y descerebrados asesinos

No llego a entender porque tendemos a meter en el mismo saco a todos los musulmanes por el simple hecho de practicar la misma religión. En su momento en España sufrimos a la banda criminal ETA, y no todos los españoles éramos etarras, o en Irlanda tuvieron su IRA, y no todos los irlandeses eran terroristas. Entonces ¿porque cada vez que hay un atentado perpetrado por esos autodenominados musulmanes generalizamos y consideramos terroristas a cualquier musulmán, y ahora encima a cualquier marroquí?

Mucho me temo que el lenguaje de los medios de comunicación juegan en esto un papel principal, no deberían de llamar islamistas radicales a estos asesinos, ni denominar a su banda Estado Islámico, deberíamos de buscar otra nomenclatura para referirnos a estas fieras rabiosas y dejar el concepto Islam en el sitio que le corresponde, como la religión de millones de personas que practican unas creencias donde la misericordia, la paz y el amor a la humanidad son algunos de sus principales preceptos.

No voy a abstraerme de algunas circunstancias que inciden muy fuertemente en este tema. Una es que la mayoría de los musulmanes desconocen en profundidad su religión, al igual que la mayoría de cristianos desconocemos la nuestra. Lo que saben es de oídas, lo que les cuentan los imanes en las mezquitas, todo muy mezclado con tradiciones populares y educación en conceptos trasnochados. Sin ánimo de ofender, nada más lejos de mi intención, los emigrantes de países no desarrollados suelen tener un determinado perfil, que no es otro que el de personas de escasa formación, tanto académica como religiosa.

Otra es que, precisamente por lo anteriormente dicho, los musulmanes que viven en países que no son el suyo tienden a encerrarse en comunidades endogámicas, y aunque se integren en la sociedad en la que viven lo hacen de forma somera –rechazan de plano muchas de nuestras costumbres- de manera que sus hijos están entre dos aguas, ni son marroquís, argelinos, tunecinos, sirios etc. Ni son españoles, franceses, belgas, alemanes etc. Por un lado educados en su entorno familiar en unas costumbres, tradiciones y religión, y por otro en conceptos radicalmente distintos que son los que aprenden y viven en la calle y el colegio. Estos hijos de la emigración son extranjeros en la tierra de sus padres y en la suya propia, el perfecto caldo de cultivo para que les coma el coco el primero que llegue.

Y ahí es donde entran esos imanes pagados por los saudíes -a los cuales deberían enviar rapidito a la cárcel por enaltecimiento del terrorismo o a sus países de origen a dar la tabarra allí- que predican el islam wahabita que es el más radical, los comecocos de estos chicos que nadan a la deriva, entre una cultura y la otra. Como son muy listos estos abductores de personas desorientadas, les dicen que fumen, beban y hasta que se droguen, para no levantar sospechas, les dicen que el Islam le permite hacerlo para poder hacer su guerra santa contra el demonio, que no es otro que occidente.

A mí me gustaría saber lo que en realidad subyace tras todo este galimatías, el porqué y quien y con qué intereses se potencian estos actos deleznables. No creo equivocarme si digo que el Islam es lo último que les importa a los promotores de estos actos terroristas, y que usan a pobres ignorantes para ejecutar los delitos.

Por otro lado están esa piara de politicuchos que usan estas desgracias en beneficio propio, llámense la derecha o los independentistas, y esa policía y servicios de inteligencia que se ve que están en la inopia, o eso quieren hacernos creer. ¿En un pueblecito chico no se dan cuenta que hay una pandilla de jóvenes musulmanes que ocupan una casa y la llenan de bombonas de butano y propano? ¿Estando en alerta antiterrorista 4 no saben que hay imanes radicales en las mezquitas sermoneando? ¿Con tanta información no sabían que había un atentado en ciernes? ¡No me lo creo! Aquí hay gato encerrado y nunca nos vamos a enterar. A ver si ahora hay independencia catalana o no, ya se verá, pero ahora está, si cabe, más difícil aún.

En definitiva, opino que no debemos confundir el culo con las témporas, y que no nos hagan xenófobos a golpe de titulares y atentados.


Que no mueran Las Ramblas maravillosas, que no pierda Barcelona su encanto, que no nos metan el miedo en el cuerpo, que no nos hagan odiar a los musulmanes, si no, ellos ganan.