Ya cuando decidieron
traer al primer sacerdote infectado de ébola de regreso a nuestro país, comenté
en este blog que nos ponían a toda la población en riesgo de contraer esta peligrosa infección
vírica, sin cura conocida, letal en un alto porcentaje y para la que en España no
hay hospitales de nivel 4, que son los centros de referencia para tratar
afecciones de este tipo, ni personal preparado para su manejo.
No faltó quien me dijo que era cruel dejar a este hombre en
el país donde estaba, que había que tener sensibilidad y humanidad, tampoco ha
faltado quien me ha dicho que es egoísta pensar así, que eso es querer dejar aislados
a los pacientes de esta enfermedad y hacer oídos sordos a la desgracia ajena de
los seres humanos olvidados del mundo en
África, así como que el estado debe atender las necesidades de los ciudadanos,
igual que se rescata a un montañero en peligro o aun pescador secuestrado, claro
que no es lo mismo rescatar a un montañero despeñado que sacar de su entorno epidémico
a un paciente afectado de la infección virica mas grave de las que se conocen
y plantificarlo en una zona libre de este patógeno.
Quien me conozca sabe que nada más lejos de mí que ese tipo
de egoísmo, es más bien pragmatismo y sentido común. Mejor que traer a enfermos
terminales y ya desahuciados con una altísima carga viral, llevar a la zona en cuestión
equipos, medicamentos y sanitarios que
atajen la epidemia in situ, con el dinero de esos traslados de habrían salvado muchísimas
vidas.
Seguramente será una deformación profesional, soy enfermera
y trabajo en un servicio de infectologia, pero conociendo el funcionamiento
interno de la sanidad de nuestro país y los medios con los que contamos, estaba
cantado que el contagio tenía que llegar, si o si. Y más sabiendo las noticias
que nos llegaban de compañeros conocidos de los hospitales madrileños susceptibles
de recibir a estos pacientes.
Estos sanitarios estaban asustados por las prisas, la falta
de formación e información, la carencia de medios adecuados, el desconcierto y
las amenazas de expediente disciplinario por abandono de servicio de negarse a acudir
al hospital a atender a estos pacientes, teniendo en cuenta que los
trabajadores eran del hospital de La Paz y no del Carlos III. Los profesioanles lo veían venir y así lo denunciaron.
Según contaban, aquello era un montaje de la señorita Pepis, los trajes de aislamiento no eran estancos, se
tenían que pegar los guantes al tejido con esparadrapo, aprendieron a vestirse
sobre la marcha y en la puerta de la habitación del paciente, y de desvestirse nadie
les habló, nadie los supervisaba, cuando lo normal en estos casos es
desvestirse en compañía de otro que te asiste, ya que según sabemos ahora, se
tardan veinte minutos en vestirse y cuarenta minutos en desvestirse, POR CIERTO DESVESTIRSE EL MOMENTO MAS COMPLICADO, donde no había ni un sitio adecuado para hacerlo con
unas mínimas medidas de seguridad. Y ahora quieren echarle la culpa a la
enfermera por saltarse los protocolos. Vamos, que sería de risa, si no es
porque es para llorar. Protocolos dicen, ¿qué protocolos? si aquello fue improvisación
de la que suele ejecutar el PP. Traerse al cura sin pensar en las
consecuencias, ¡con la iglesia hemos topado!
Así las cosas tendremos que afirmar rotundamente, si no lo teníamos
ya meridianamente claro, que estamos en manos de ineptos.
La ministra Mato debe dimitir ya, y el gobierno en pleno
aceptar su ineptitud y convocar ya elecciones generales e irse de una buena vez
a tomar viento fresco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario