Sé bien que el tema sobre el que escribo, será criticado, lo
exponga como lo exponga, pero el cuerpo me pide una racion de sinceridad.
Ha muerto Paco de Lucia, genial guitarrista y según dicen, los
que lo conocieron, gran persona. Aunque sobre su bondad poco puedo opinar, nunca
lo conocí. Mi conocimiento no vas más allá de haber oído su música y haberlo
visto en alguna que otra actuación. Estoy de acuerdo en que era un auténtico
maestro, innovador y único.
Cualquier muerte es un dolor para los allegados del difunto,
si el fallecido es además un insigne ciudadano, la pena se multiplica
exponencialmente en función de la fama del desaparecido.
He recibido en mi muro de Facebook, de parte de mis casi mil
amigos, un verdadero aluvión de entradas referentes al dolor por la muerte de
este superdotado de la guitarra. Reconozco el mérito del artista y comparto la desazón
que estas noticias provocan en el ánimo de cualquier persona mínimamente
sensible a las desgracias ajenas.
Sin embargo, solo he recibido notificaciones de un paupérrimo
diez por ciento de mis amigos respecto a las muertes de los inmigrantes en las
playas de Ceuta, menos aún sobre la torpe manipulación institucional de tan fatídicos
hechos. Muertes que por cierto, no son anecdóticas, sino la regla general para estas personas
que deciden emprender tan peligrosa aventura en pos de sus sueños, muchos
mueren en el intento de salir de la penuria, las guerras y la esclavitud.
La conclusión a la que llego es que estamos en una sociedad hipócrita,
ciega, sorda y muda a los desmanes económicos y políticos mundiales.
Para que vivamos como vivimos, para que oigamos y veamos a Paco de Lucia en nuestros IPod, IPad,
Tablet,
teléfonos de última generación, ordenadores y demás tecnología, muchos seres
humanos son explotados y esclavizados, personas que malviven y malmueren para mayor
comodidad y beneficio de los privilegiados primermundistas, nosotros.
Para que comamos, y vistamos, y viajemos, y tengamos casas y
muebles y todo tipo de artículos consumistas, un setenta por ciento de la población
mundial pasa hambre, sed, enfermedades y viven con un dólar al dia.
¿Cuántos habrán muerto
en el camino de su particular tierra prometida? Inmumerables, sin siquiera una tumba o un nombre sobre ella en el caso de que la tengan. Yo creo que estas personas bien
merecen aunque sea un comentario de pesar sobre sus muertes. Merecen, además,
por parte de este primer mundo, una seria reflexión sobre qué podemos hacer
cada uno de nosotros para que globalmente la vida sea un poco más justa para
todos.
Paco de Lucia murió jugando al futbol son su hijo en Cancún,
donde disfrutaba de una buena casa y una buena vida. Vida que había vivido a
tutti plen, a su manera y sin que le faltase un perejil.
Los inmigrantes muertos han sufrido una existencia mísera, en la que han padecido todo tipo de necesidades y han efectuado literalmente una travesía del desierto, no se merecían
esas muertes violentas y ese olvido descarnado.
Paco de Lucia tiene el homenaje mundial, los inmigrantes muertos o asesinados
tienen al menos el homenaje virtual de ese diez por ciento de personas concienciadas
contra la injusticia global a la que son sometidos los países explotados por el
primer mundo.
Que descanse en paz todos.
Que descanse en paz todos.
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