Ante la catástrofe humanitaria
que suponen las guerras de Oriente Medio y, como consecuencia, el éxodo masivo
de ciudadanos provenientes de aquellos países, las
personas con un mínimo de sentimientos empáticos nos conmovemos acuciados por la
necesidad de hacer algo por estas personas desplazadas.
Sin embargo, estando pasando
nuestro país por una situación de grave crisis económica no sería raro, por
parte de algunas personas, caer en la tentación de comparar a desplazados con
nacionales en situación precaria, y pedir que antes se ayude a los españoles que
a los extranjeros, todo ello sin caer en ningún modo en apología de la
xenofobia, sino pensando, quizás de una manera algo egoísta y ciertamente simplista,
que primero los más cercanos.
Pues bien, ante esta dicotomía, parece
necesario hacer una gran campaña de concienciación y sensibilización sobre el
motivo por el se impone ayudar a tantos miles de seres humanos que huyen despavoridos de sus raíces,
poniendo las más de las veces en peligro sus vidas y las de los suyos.
Comparar ambas situaciones carece
de todo sentido, ya que para hacer comparaciones ha de partirse de elementos
similares, es decir, no se puede comparar un huevo con una castaña. Se podrían comparar
huevos entre sí, blancos, rubios, grandes, pequeños, de granja, de campo, etc, igualmente las castañas se podrían comparar entre ellas, verdes, maduras,
pilongas, asadas, pero nunca uno de ellos con el otro. De igual manera es imposible
comparar a un ciudadano víctima de la crisis con otro víctima de una guerra porque
no son situaciones semejantes en modo alguno.
A las personas que a causa de la
crisis están pasando por los peores momentos de su vida, con una amenaza de desahucios
o incluso ya desahuciados, en paro, sin
prestaciones, en la peor de las situaciones posibles en un país en paz, al
menos tienen eso, la tranquilidad de que en su entorno no hay bombas ni tiros,
y de que, si bien parece que a los gobiernos les da igual que están pasándolas peor
que mal, hay familiares, vecinos, amigos,asociaciones, ONG´S y entidades varias
que, supliendo el papel de los gobernantes, ayudan a estos colectivos bien sea prestandoles un techo,con alimentos, pagando recibos de suministros, medicamentos, evitando desahucios, procurándoles
ropa y un sinfín de posibilidades que, sin ser la panacea universal, ayudan a
ir superando tan lamentables situaciones. Personalmente a mí me causa una tremenda
angustia ver por lo que están pasando y en la medida de mis posibilidades
intento ayudar.
A las personas que huyen de una
guerra nadie las ha apoyado en su país, a la lista de necesidades básicas, llámense
alimentos, atención médica, vivienda, ropa, suministros como agua potable o
electricidad, añadamos el terror de ver su vida y la de los suyos en peligro constante
ya sea por bombardeos, tiros, atentados suicidas, degüellos, violaciones,
secuestros y esa ristra terrorífica de situaciones que no podrán olvidar, en
caso de sobrevivir, ya jamás en su vida. Estas personas luchan por algo
insustituible, LUCHAN POR SU VIDA Y LA DE SUS SERES QUERIDOS ¿Qué más se puede
decir?
¿Mostrarse solidarios con los
desplazados significa dejar de lado a los españoles en situación de exclusión social?
¡en modo alguno! ambas cosas son totalmente compatibles.
Seamos amplios de miras, pongámonos
por un momento en nuestra imaginación en situaciones de violencia extrema y seguramente entenderemos porqué la ayuda a los refugiados no es cuestión
de caridad, es cuestión de justicia.
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