¿Quién no huiría de su país si se encuentra entre dos fuegos?
Por un lado el gobierno bombardeando a la población civil, y por otro los
sublevados, insurrectos, enemigos, atentando contra la misma población inocente. Tan terroristas son los unos como lo son los otros,
y lo son porque provocan el terror, inmersos en su barbarie asesina intentando retener el poder o pretendiendo
acceder a él y ostentarlo.
Siempre he seguido con interés y preocupación los
acontecimientos que se van sucediendo en oriente próximo y medio, ya la famosa
foto del trío de las Azores auguraba muy malos presagios, así se lo hizo saber
el mundo a los tres artífices de lo que hoy es la catástrofe humanitaria del
mundo árabe.
He vivido con
angustia creciente los sucesos sangrientos en esas guerras inventadas por los
mercaderes de armas, con rabia tremenda el lenguaje torticero que usan los
señores occidentales de la guerra, esos “daños colaterales” para referirse, sin
levantar muchas ampollas, a los asesinatos de civiles inocentes, con pesimismo incrédulo
la indiferencia interesada de otros países árabes,
supuestamente hermanos, y
ahora con dolor inconsolable esas filas de personas sin nada más que sus manos
y sus espaldas para transportar lo poco que les queda, pero con nada menos que
la fuerza que da la desesperación de buscar una vida mejor para los suyos.No puedo, aunque casi me falta las palabras, dejar de referirme a ese niñito inocente que ha muerto entre los brazos de su madre, ante la desesperación de su padre, y que el mar ha llevado suavemente, parecería que con cariño y cuidado, mecido en sus olas a la orilla dejándolo allí, como dormido. No puedo evitar pensar que yo tengo también en mi familia inocentes, niños pequeños, criaturas que deberían vivir solo situaciones felices que les hagan crecer en la confianza de que están a salvo, protegidos por los suyos.
Puede parecer un esnobismo, pero una imagen dice mucho más
que mil palabras, esa imagen ha dejado una impronta, creo que indeleble ya, en el ánimo
de todas las personas de bien, las que estamos viendo con horror a los miles de
seres humanos que huyen despavoridos de una muerte segura para ser maltratados
por gobiernos xenófobos integristas cristianos.
Esa precisa imagen ha sido el catalizador que ha desbordado la necesidad
de los ciudadanos de hacer algo, de dejar de ser testigos impasibles de tanto
dolor, y como siempre, las personas han estado por encima de los estados, las
personas han sido, hemos sido los que hemos dicho ¡basta ya! Aquí estamos para ofrecer
nuestra ayuda, poca o mucha, será bastante más que la que hasta ahora están ofreciendo
los gobiernos cicateros, peleándose por cuantos les va a tocar apechugar, como
si en vez de seres humanos muy castigados fueran sanguijuelas indeseables.
Y claro, cuando el pueblo se desborda, y dice aquí estoy yo, es cuando los mandamases de tres al cuarto dan el paso adelante y, queriendo sin querer hacen lo que es su obligación, atender a las personas que piden asilo.
Todos los seres humanos tienen derecho a buscar el bienestar
y la mejor vida posible y en paz para sí y los suyos, ese derecho inalienable y muy legítimo lo
tenemos que defender todos los ciudadanos del mundo.
Una vez los españoles fuimos refugiados y podríamos, ojala
que jamás se de esa circunstancia, volver a serlo, y eso es algo que nunca
debemos olvidar.
Hay que actuar aunque solo sea por aquello de “hoy por ti,
mañana por mí”
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