Resulta
curioso ver como se desenvuelven las personas en las redes sociales, como nos
desenvolvemos.
Cuando
administras algún grupo en Facebook, por ejemplo, tu perfil y tus publicaciones
deben ser públicas, ya que de no serlo todo aquello que cuelgues no será visto
por quienes no sean tus amigos en esa red social, por lo cual estás francamente
más expuesto a trolls tanto ficticios
como reales.
Hay quien se
esconde tras perfiles falsos para arrear de lo lindo, y hay quien con su propio
nombre se siente legitimado y hasta orgulloso de ir en contra de ciertas
personas y perseguirlas en los propios muros de estas personas, faltarles al
respeto y estar esperando, como un halconero, una entrada para saltar por sistema en contra de cualquier opinión que cuelgue.
Mi sentir es
que mi muro de Facebook es, en cierta manera, mi casa, o sea, que yo admito a
quienes decido como amigos y amigas para compartir noticias, opiniones, artículos,
fotos, en fin todo lo que suele ser normal en esta red. Igual que, salvando las
diferencias, invito al salón de mi casa a tomar café o a comer a quienes
considero que son mis amistades y no a cualquiera.
Cuando se está
invitado en casa de otra persona lo normal es guardar cierta compostura y sobre
todo tener mucha educación, y discutir con elegancia, dialogar, disentir o
estar de acuerdo pero siempre dentro de unas normas de cordialidad y la
elemental educación exigida en personas de cierta formación.
Pues hete aquí
que he sufrido por algún tiempo a cierto troll que por sistema ha estado
entrando, porque lo acepté en su momento como amigo por ser hijo y hermano de personas a las que aprecio, a mi muro a cuestionar
toda opinión que he ido colgando, y no contento con eso le ha faltado al
respeto a alguna que otra amistad mía, sin conocerlas o saber que han hecho en
su vida, porque este troll como buen intolerante no acepta opinión alguna que
no cuadre con las suyas y defiende lo indefendible hasta la saciedad y mucho
mas allá.
Que se meta
conmigo me da igual, pero ya estaba el personaje entrando a faltarle el respeto
a buenas amigas mías. El otro día hizo un comentario impertinente respecto a
una opinión de una amiga sobre las luchas sociales. Esa amiga es Luisa
Lucas, una mujer que ha dedicado su vida
a luchar por los derechos de los trabajadores de forma muy activa y responsable,
y de la mejor manera que pude le dije al individuo que debía saber con quien
hablaba antes de descalificar al interlocutor.
Luego la ha
tomado con otra buena amiga, Begoña Herrera, que ha opinado algo y cuya opinión,
según parece, no era del agrado del personaje, hasta el punto de llegar a
faltarle al respeto seriamente, al final han acabado faltándoselo los dos, con
una diferencia, mi amiga lo hacía en plan general diciendo que decía lo que le salía
“del papo”, hasta que el personaje en plan machista repugnante aludió a la calidad
“del papo” llamando vieja resabiada a mi
amiga y una serie de lindezas a cual más asquerosa y machista. Ahí ya se liaron
los dos, pero yo creo que Begoña hizo bien en ponerle las peras al cuarto al
hombrecito este.
Total que
todo viene porque en esta ocasión he opinado, en mi muro, que lo de cazar
Pokemones es una completa gilipollez, igual que otras veces he opinado que no entiendo
como la gente es capaz de montar la mundial porque su equipo vaya a bajar a
segunda, porque su equipo ha ganado una copa o porque vienen los grandes
hermanos, y luego no son capaces de movilizarse para defender sus derechos. Este
personajillo opina que pensar así es una falta de respeto, intolerancia, impertinencia
e incluso que las opiniones no siempre son respetables y no siempre estamos
autorizados a expresarlas ¡Tócate los zapatos Maripili! Que ahora viene este
don menda a decirme lo que tengo yo que opinar y si no opino como él, pues al
cuello.
El mundo está
lleno de gente que ve la paja en el ojo ajeno y no ve el cacho viga que tiene
en el suyo, tan grande que le impide ver otra cosa que no sea la propia viga.
Con los años
que yo tengo ya a mis espaldas y no habiendo conseguido ni mi padre callarme la
boca vas a venir tu a meterme las cabras en el corral.
¡Te qui ya periquito!
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