La capacidad de sorpresa y aguante de esta nuestra sufrida España
no tiene comparación con ningún otro país conocido de las democracias
occidentales.
Sufrimos una monarquía en la que el tufillo a corrupción se
va extendiendo una vez que se ha roto la represa de contención que se había impuesto
a los medios de comunicación, había un pacto no escrito a cerca de lo que se podía
y no se podía contar de la regia casa.
Sufrimos una oposición política al gobierno, que es de risa,
andan los variados partidos metidos en sus luchas intestinas, en un quítate tú
para que me ponga yo, en un rifi rafe
contra el país, contra ellos mismos, contra los de al lado, un infinito “y tú más”
que nos tiene ya asqueados del nauseabundo olor a descomposición.
Sufrimos un gobierno ¿presuntamente? corrupto cuyo hedor a putrefacción
ha traspasado ya las fronteras patrias por los cuatro puntos cardinales.
Con una Casa Real donde el cabeza de troupe se pega una vida
de escándalo, si de escándalo, matando animalitos en África, y de
camino matando el tiempo con la última de turno, la última de una larga serie
de aventuras extraconyugales, con cuentas ocultas en Suiza, presuntamente, esas
que le legó su padre y de las que al parecer ha rendido las cuentas del Gran Capitán
a la hacienda pública, con sus negocios privados allá por el medio oriente exótico,
y si el cabeza anda así, no digamos ya los adláteres, haciendo mangas de
capirotes, llevándoselo lindamente a costa de los de siempre.
Con un PSOE como la máxima
representación de la oposición en un sistema bipartidista, en franca decadencia, más centrado en sus órganos
internos, sus ejecutivas, sus comités, sus congresos y sus primarias, palabra
que viene como todos sabemos de primo, de tonto, de pagafantas, que es por lo
que nos han tomado a las bases, que en los problemas tan serios que abaten a
los españoles.
Con otros partidos minoritarios preocupados en ver que
parcela de poder pueden acaparar, que estrategia populista pueden inventarse
para llevarse unos votos al coleto.
Y con un gobierno que es un puro desgobierno, anda el
ejecutivo como pollo sin cabeza dándose trompazos con leyes y decretos que hoy
son así y mañana asá, donde dije digo, digo diego y aquí paz y después gloria.
Y con un escandalazo pisándole
los talones que ríete tú del wátergate.
Y a todo esto el cabeza de lista, Don Mariano, el hombre del
plasma, que más que un presidente es un ectoplasma, porque no da la cara, no
habla, no sabe, no contesta, no sabemos si va o si viene, si sube o si baja, si
dice verdad o dice mentira, Don PlasMariano, el moderno DON TANCREDO, con el
toro de Bárcenas empitonándole el mismo centro neurálgico de su formación,
negando la mayor y con un cumulo de satélites enloquecidos haciéndonos ver lo
blanco negro o lo negro blanco, según convenga
al momento procesal.
Y con un país contrito, desesperanzado, convencido a fuerza de oírlo en
el guirigay mediático, de ser el único culpable de la catástrofe económica, por
haber vivido por encima de nuestras posibilidades, que hay que joderse con el
planteamiento, pero claro, como cualquier ser maltratado acaban convenciéndonos
de lo malos y derrochones que somos.
Dice un amigo mío parafraseando a Martin Luther
King que aun en la peor de las situaciones, con el fin del mundo a la vuelta de
dos dia, el plantaría su manzano, yo me sumo a esa filosofía, porque confío en
que aún queda algo que hacer.
Aunque Rajoy prefiera morir que perder la vida, el toro de Bárcenas
ya lo ha herido de muerte, se ha ido a las tablas, pero al final caerá redondo,
y si no, tiempo al tiempo.
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