Las cosas estaban en este país -tal y como siguen estando- muy mal en el momento de las elecciones al Parlamento
Europeo, y por eso muchos ciudadanos hartos de polémicas, corrupción, mentiras, promesas electorales falsas y demás malas
artes de los políticos arraigados en el poder, decidimos hacer una cruda
llamada de atención a los grandes partidos y dar nuestro voto a una neófita formación
que prometía la gasolina en polvo.
¡Y vaya si les dimos una lección! Cinco eurodiputados partiendo
de cero para Podemos fue además de un hito
un gran quebradero de cabeza para el
poder establecido, se había roto el status quo en el que tan bien les había ido
a todos los políticos y tan mal a los ciudadanos.
Pero amigo mío, una cosa es predicar y otra, bien distinta,
dar trigo. Pasado el primer furor
procedente de la indignación, perdida la inocencia política, viendo los toros ya desde
la plaza y con los cuernos de frente, las cosas van cambiando, poquito a poco,
pasito a paso, donde decían digo, van diciendo Dieguito, ya llegaremos al
Diego, y si me apuro, al Don Diego.
En efecto sus planteamientos son, desde luego, mucho más
sociales que los del PP - pero eso no es nada difícil, lo del partido del
gobierno es imposible de emular teniendo una mínima capacidad de empatía y de
sentimientos humanos- sin embargo son un
totum revolutum, un gazpacho elaborado con propuestas dispares, a veces
disparatadas, seguramente bienintencionadas pero en su mayoría inviables, al
menos con las reglas del juego en las que por situación geográfica y política estamos
jugando.
Aunque sus primitivas proposiciones, a bote pronto, sonaban ideales,
realmente y bien analizadas no dejaban de ser preocupantes por el impacto que podrían
llegar a tener, más pronto que tarde, en la economía del país y en nuestra situación
estratégica con respecto al resto del mundo. Serian, si acaso, algunas buenas actuaciones puntuales pero muy malos
resultados globales. Nunca hay que perder
las referencias ni confundir la parte por el todo.
Estoy pendiente de sus discursos, de sus intervenciones, de
su programa, y veo mucho palabrerío, mucho humo, mucho ruido, pero, por
desgracia, pocas nueces. Para efectuar sus planes, hay que romper más cosas que
las que se van a recomponer. No dejan de ser parches para un gran roto, parches
que van a tirar de la zona sana y que van a producir un agujero más grande aun
del que ya había.
En resumidas cuentas, en tiempos de depresión siempre aparece
el iluminado de turno que encandila con una cerilla a los que atraviesan un
negro túnel sin mas norte que ese pequeño punto de luz, sin advertir que es débil
y efímero.
Me sigo sintiendo huérfana.
y yo también
ResponderEliminarSomo legión Montse, pero no debemos perder la esperanza.
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