lunes, 9 de diciembre de 2013

LA PARABOLA DEL MALTRATADOR

Cada dia se subía al mismo autobús, el único que pasaba por su aldea y la llevaba al centro de atención a niños con necesidades especiales donde trabajaba, a cuarenta minutos de recorrido, cada dia a las 7 de la mañana estaba puntual, en la parada, esperando con alegría el medio que la conducía invariablemente a su trabajo donde ella disfrutaba, porque si había algo que la apasionara, eso era su trabajo.

Era la única pasajera a esa hora, a las 5 pasaba también el mismo autobús, en esta ocasión recogiendo a los que iban a las fábricas del pueblo de referencia, pero a las 7, ella era la única pasajera en aquella parada, y muchas veces la única en aquel autobús hasta tres paradas después de la suya.

El conductor era un tipo desabrido y maleducado, ella lo trataba con afabilidad, y eso que el primer dia ya le soltó un mandoble verbal, como casi se cae al subir, le dijo, “venga, mas listas las he visto yo en mi pueblo”, pero ella no le contesto, se limitó a pagar y a irse a su asiento, si actuabas así, no había problemas con él.

Era el típico chulo maltratador, unas veces amable y otras iracundo y mal encarado, eso ya era comentado por todos los usuarios del autobús, que el tipo estaba amargado porque se consideraba a mas altura laboral que conducir de madrugada un autobús lleno de catetos, y los que pagaban sus frustraciones eran los pobres usuarios de aquel imprescindible autobús, único medio de llegar a donde cada cual se ganaba la vida, y que aguantaban por miedo a que el tipo los dejara tirados en la parada el dia que le pareciera y se hubiera levantado con ganas de jaleo, no sería la primera vez.

Ella, procuraba tener una relación neutra, no decir más que buenos días, pagar y sentarse, no quería tentar al monstruo del autobús, pero ella no era así, no era sumisa, no aguantaba las injusticias, no aguantaba el maltrato, y un dia en que el energúmeno hablo mal a otra pasajera, ella salto y le dijo que no eras esas las formas, ese dia, ese preciso dia, firmo su sentencia de mobbing.

A partir de ese momento comenzó su particular calvario, a veces el maldito conductor la dejaba plantada en la parada y pasaba sin parar, denunció el hecho, pero en la empresa le comunicaron que no había otro chofer dispuesto a hacer esa ruta a esas horas y que habría sido un despiste, otras veces paraba diez metros antes de la parada o veinte metros después, con lo cual la obligaba a correr por la carretera hasta alcanzar la puerta, a veces cuaando ya estaba en la misma entrada, él daba una acelerón y adelantaba cinco metros, por lo que tenía que hacer otra carrera para acceder al interior.

Un dia, sabiendo que habría inspección de billetes, le dio uno de fecha anterior, motivo por el cual el inspector le puso la cara colorada y la obligo a pagar un billete doble, y así un dia no y dos si, el tipo tenía ya pensada la nueva mala pasada que le habría de hacer por la mañana.

Ella empezó a sentirse mal, no podía comer, no descansaba bien, ya no le gustaba ir a su trabajo, iba, claro que iba, sin más remedio, de algo tenía que mantenerse y no estaba el patio para dejar un trabajo seguro, pero ganas no le faltaban de dejarlo y que fuera lo que Dios quisiera, llego el momento en que se sentía morir  de pensar en subirse a aquel maldito autobús, sentia asco de ver a aquella odiosa cara y oír aquella desagradable voz, llego el momento en que pensó en morir, era una buena salida a aquella insoportable situación de maltrato psicológico, de mobbing, ¡eso era, aquello era mobbing!, el tipo aprovechaba su situación preeminente sobre ella para vejarla, el monstruo sabía que si no viajaba en autobús se quedaba sin trabajo, y ¡qué bien sabía hacerla sentir como una cucaracha!, qué bien sabia ponerse delante de los nuevos pasajeros o de los antiguos que le lamian el culo en evitación de males mayores, qué bien sabia manejar el cotarro para si en algún momento se pasaba de la raya reconducir el tema para ser el pobrecito conductor que se sacrificaba en aquella ruta que nadie deseaba hacer.

Aquello le estaba costando la salud física y la psicológica, no veía una salida a aquel sufrimiento diario, pero un buen dia pensó, y decidió irse en el autobús de las 5, ¿qué era dos horas antes?, bueno, pero no iría sola, se subiría con mucha más gente, ahí ya no le haría la jugada de hacerla correr para poder subir, ni la dejaría tirada en la parada, pondría mucha atención al billete, que fuera el correcto, delante de tanta gente si le reclamaba, no tendría más remedio de corregir el “error”, y si por casualidad la insultaba o le hablaba con malos modos, habría delante muchos testigos que lo oirían, entre tanta gente alguien habría con la suficiente honestidad para no hacerse el sordo.

Y un dia pasó lo que tenía que pasar, que el monstruo venía con ganas de sangre y quiso hacérsela, ella había estado charlando con un vecino y no había tenido la precaución de sacar el dinero con antelación, con la conversación había olvidado hacerlo, como hacia frio llevaba puestos unos guantes de lana y estaba torpe para sacar el dinero, el tipo, mas agrio e hiriente que nunca le dijo “eres subnormal tía, ¿no sabes contar monedas?” a voces y delante de todo el mundo, y ese dia, ese preciso dia, tomo la decisión, lo denunciaría a la empresa y en esta ocasión no habría confusión, ni valdría el viejo truco de habrá sido un despiste, miro a su alrededor y había mucha gente que le dijeron que estaban con ella, que si denunciaba serian testigos, que ellos estaban en su misma situación pero no tenían el valor de denunciarlo, y así lo hizo.

Ella no sabe si esa denuncia servirá para algo, pero a ella le ha servido para levantar su autoestima, para sentir que un maltratador no va a poder con ella, que hay que luchar por defender nuestra dignidad.

Ese dia, ese preciso dia, se liberó del mobbing del monstruo que la conducía cada dia a su trabajo.

Lo que venga después, bienvenido sea.


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