viernes, 7 de diciembre de 2018

LA ADMINISTRACION Y SU PAJOLERA MADRE Y II


La administración. Ay omá, la administración, ese ente despersonalizado que sin embargo está representado por las personas que en cada momento ostentan “el poder”, y lo ostentan porque la mayoría de las veces están en el sitio oportuno en el momento exacto.  Ese sitio es el culo del que está por encima del chupaculos , y he dicho la mayoría de las veces porque hay ocasiones en que ciertamente quien manda es la persona que reúne las cualidades necesarias, pero por desgracia son las menos.

Después de 42 años de profesión he visto de todo, supervisoras que eran monjas, supervisoras que eran la mujer del jefe de servicio (quien dice mujer también puede decir amante) directores de algo maridos de mandamasas (quien dice marido también puede decir amante), hermanos de jefes, vecinos de jefas y un sinfín de combinaciones, pero casi siempre los mas pelotas, chupaculos, trepas y mandingos han sido, y cada vez son más, los que detentan algún poder o podercillo de tal modo que al final los que mandan son los más ineptos y obtusos.

Cada vez que un jefe alto pare una cagada, la cascada de mierda en sentido descendente es directamente proporcional a la situación de cada cual en la pirámide de mando ¿Se ve claro, no? La mierda gorda al final le cae al currito, al que está abajo del todo.

Yo tengo ya una capa de mierda encima de tal grosor que ni me cosco cuando llega una catarata nueva, producto de la diarrea mental del mandinguillo de turno, ellos cagan y nosotros tenemos que tragarnos sus mierdas. A estas alturas de mi vida profesional he visto de todo, ocurrencias  de todo tipo, tonterías gordas y estupideces varias, eso sí ninguna que fuera en aumento de la calidad de asistencia. La tal calidad de asistencia va para abajo que escarba.

Últimamente estamos en la era de “los registros”, o sea, dejar escrito en esos ordenadores prediluvianos, que más que a teclas van a pedales, la mayor cantidad posible de letras, muchas, muchas letras, y luego van y te pagan la productividad, no en función de tu trabajo, no por tu efectividad como profesional, no por tu responsabilidad en tu puesto de trabajo, no por hacer las cosas correctamente, no  ¡qué va! La cosa es que mientras más escribas, aunque escribas memeces, más cosas pongas aunque te las inventes y más cursos hagas y sesiones clínicas te comas, más puntos te dan.

Es decir, que eres un profesional del TBO, más flojo que un poyete y más irresponsable que un niño de teta, pero escribes mucho y haces cursos absurdos y te tragas un sinfín de sesiones clínicas, las más de las veces repetidas y mas inútiles que la primera rebanada de pan Bimbo y eres lo más de lo más y te ponen un cacho de nota y te pagan lo máximo de productividad.

Vamos que tú eres una enfermera que tiene la mala costumbre de dejar una jeringa para lavar una vía intravenosa  encima de la lámpara de cabecera de un paciente, lámpara que tiene más mierda que un jamón serrano (esto es verídico y me ha pasado a mí como usuaria) pero escribes en ese ordenador de a pedales el Quijote, y eres el súmmum de la excelencia enfermeril. La reina de los registros ¡Ole esa enfermería registrante! Si el paciente pilla una infección nosocomial multirresistente que cuesta en euros curarla un ojo de la cara y parte del otro, eso no importa porque ella escribe mucho y deja muchos registros que es lo que importa.

Y aquí lo dejo, que esto ya está muy largo y me queda que contar mucho, porque la capa de mierda es gorda.

Luego seguimos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

LA ADMINISTRACIÓN Y SU PAJOLERA MADRE I

 Yo empecé muy jovencita en el mundo sanitario. Con 15 añitos hice en una clínica de maternidad el Servicio Social, por aquel entonces en tiempos de la dictadura era obligatorio para las mujeres que querían estudiar pasar por este trámite.
Con 17 empecé mi carrera de ATS y la acabé con 20 (años después me tocó convalidar y hacer un curso para convertirme en DUE)

Cuando con 20 años llegué a García Morato, que así se llamaba entonces el actual Hospital General, los turnos eran agotadores. Una semana de 7 días de mañana de 8 a 15 seguidos de un día de descanso,  otra semana de de 7 días de tarde de 15 a 22 seguida de un día de descanso, y otra semana de de 7 días de noche 22 a 8  seguida de 3 días de descanso. Estas 7 noches se pagaban de forma distinta, de manera que cobrábamos mas por las noches que por el sueldo estipulado.

Un buen día la administración llegó a la conclusión de que esta organización del trabajo no era rentable y propusieron un cambio, poner un turno fijo de noche y así nadie haría 7 noches seguidas con el consiguiente ahorro en horas extras, como nadie lo quería lo envolvieron en un apetecible estuche, los fijos de noche harían una semana lunes, martes y miércoles, y otra semana domingo, lunes martes y miércoles, con la premisa de descansar casi todos los fines de semana muchos optamos por aceptar este ciclo de trabajo, hace ya de esto 34 añazos.

Al poco tiempo la administración vio que tampoco era muy rentable este tipo de organización del trabajo, y los supervisores empezaron a mover los patios y a “vender” el turno antiestres (no sé porque le pusieron ese nombrecito, porque era muy estresante) y con ese turno vendieron también que era injusto que los fijos de noche descansasen los fines de semana (hay que recordar que eso lo ofrecieron como incentivo para que aceptásemos semejante turno) y en esta ocasión quisieron hacer desaparecer el fijo de noche, pero pincharon en hueso, después de habernos programado nuestras vidas con arreglo a esta cadencia querían quitárnosla, la ganamos vía conflicto colectivo, y nos pusieron a trabajar en unos casos dos noches sí y dos no, y en otros una noche sí y otra no, pero ahí seguimos.

Cada poco algún supervisor conseguía poner en su planta o servicio el pajolero antiestres, había votación y si ganaba el 80% se ponía, y a los fijos de noche nos “reestructuraban” o lo que es lo mismo, nos sacaban del servicio y nos mandaban a otro donde aun no hubiera antiestres. Por fin toda la Ciudad Sanitaria tenía el antiestres adecuándolo a la sentencia, cada vez íbamos quedando menos de noches fijas, pero aun quedábamos bastantes.

Cuando ya todo parecía en orden la administración descubre el turno de 12 horas, de 8 a 20 y de 20 a 8, se trabajan dos días y se descansan 3 o 4, con este tipo de turno no hay casi que contratar a nadie, porque él mismo cubre festivos, días de libre disposición y hasta algunas vacaciones, y los trabajadores deben horas de forma que si falta alguien y hace falta te llaman a tu casa y te vas a trabajar ese día o noche, te toque o no te toque.

Y esto ya es para mí como el día de la marmota, otra vez los supervisores moviendo patios, otra vez las dichosas votaciones y otra vez a moverme del servicio donde estoy, y van que ni sé cuantas reestructuraciones he sufrido ya, tanto es así que ya no quedan en la Ciudad Sanitaria sitios con turno fijo de noche de 10 horas, ya el único servicio de todo el complejo hospitalario es el mío.


Yo he votado en contra de las 12 horas, más que nada por convicción, primero porque desparecen puestos de trabajo, y segundo porque el trabajo de enfermería es a pie de cama, a pie fijo atención las 12 horas quitando el tiempo del café, y 12 horas son muchas horas durante el día, más duras aun si al día siguiente te cascan 12 de noche, pero peor aun si has cambiado con algún compañero para que te haga algún día que tienes que devolverle o el supervisor te pone un día extra (quien dice día, dice noche) tú acabas agotada y quien paga las consecuencias es el paciente. Pero eso es lo de menos, el caso es que sea rentable para el hospital, y los trabajadores mientras menos vayan a trabajar mejor lo ven. Van menos días, pero amigo mío, los días que van son agotadores.

Y así se escribe la historia, pero no queda aquí la cosa, seguiré en otro articulo porque  este quedaría muy largo.