viernes, 6 de agosto de 2010

Mis recuerdos VII





La etapa de mi vida desde mi nacimiento hasta la muerte de mi hermano Paco fue increíblemente feliz, supongo que a pesar de ser muy pequeña porque eso ocurrió a mis siete años, pasarían cosas malas y feas, pero no las recuerdo.

Al volver la vista atrás siempre me invade esa sensación cálida y amable que me encanta, creo que a todos los que han tenido una infancia más o menos feliz les ocurrirá lo mismo, crecer entre un buen numero de hermanos y con unos padres preocupados por nosotros, siempre pendientes de que no nos pasara ni nos faltara nada es motivo para tener buenos recuerdos.

Llegó el momento del éxodo, éramos ya muy mayores para seguir estudiando en mi pueblo, mi padre quería sobre todas las cosas que todos estudiáramos y si fuera posible nos hiciéramos funcionarios, como así fue, ante la imposibilidad de mandarnos a todos a estudiar fuera, como ya estaban mi hermano mayor en Sevilla haciendo Magisterio, y el tercero interno en un colegio privado de frailes en Úbeda para hacer el bachillerato superior, y después del tremendo esfuerzo económico que supuso para ellos la enfermedad de Paco, en aquellos tiempos no había seguridad social, los hospitales no estaban a la vuelta de la esquina, los antibióticos eran carísimos, los analistas, especialistas y todo lo necesario para tratarlo, vinieron a mi casa, supongo que aquello fue un golpe económico importante, como decía, entre la situación económica, la edad de mis hermanos de estudiar ya ciclos superiores y la insuperable tristeza que invadía a mis padres viviendo en la casa donde murió su hijo, tomaron la decisión y pidieron el traslado a Camas, un pueblo del cinturón industrial de Sevilla.

Recuerdo perfectamente a los vecinos despidiéndonos, el Taxi de Blas Poyatos en la puerta, la familia de Chiles, María, Simona, Chelo, y Chiles mismo, Los Bellotos, la familia de Don José Giner, su mujer Doña Pepita, Matildita y su hermano Jóse, Doña Ana y sus hijos, Paqui la de Labiogordo mi amiga, y su familia, el señor Ángel Rueda, su mujer la señora Carmen, Angelita y Pepito y tantos otros, deseándonos parabienes y esperando vernos pronto de visita por allí.

Así emprendimos el camino de nuestra nueva vida, dejando allí parte de nuestra existencia y enfrentándonos a un cambio descomunal en nuestro estilo de vida, pueblerino y sano en todos los aspectos.

Recuerdo nítidamente el camino de salida de mi pueblo hacia Úbeda, una carretera secundaria, llena de arboles a los dos lados, se juntaban y hacían una especie de bóveda verde, precisamente ese camino era el que tomábamos para hacer excursiones con el cura Don José, cuando las niñas del pueblo nos preparábamos para la primera comunión, nos llevaba por esa carreta a San Bartolomé los Sábados por la mañana a pasar allí un rato, comernos un bocadillo y preguntarnos cosas del catecismo del tipo de:

¿Eres cristiano? A lo que contestábamos, ¡soy cristiano por la gracia de Dios!

¿Qué significa ser cristiano? Ser cristiano es ser discípulo de Cristo

Obsérvese que todo se expresaba en masculino, fuera niño o niña quien contestase, que por cierto allí no había ningún niño, porque la educación no era mixta, todo se expresaba en masculino, nos educaron en una sociedad machista y con un lenguaje sexista expreso.

Recuerdo que Don José, el cura, me dio una estampita de la Virgen de la Misericordia, patrona de mi pueblo ,el día de la Inmaculada, en la que puso una dedicatoria que rezaba así “A Inmaculada en el día de su santo para que sea fiel espejo de la Virgen”, ojú, lo tenía claro el hombre.

Pues por aquel camino, y pensando yo que ya no iría mas de excursión a San Bartolomé, partimos en un día claro y caluroso de Agosto rumbo a nuestra nueva vida.

Doce horas de viaje, paradas técnicas y de avituallamiento incluidas, llegamos a Sevilla, a la calle Virgen de la Cinta del barrio de Los Remedios, el barrio más pijo de la capital en aquellos momentos, en el que mi padre había alquilado un mes antes en un viaje relámpago para buscar un sitio donde vivir, un piso primero con ascensor, cocina súper moderna y baño con bañera y bidet , de azulejos verdes hasta el techo, todo un lujazo, a lo mejor para mis hermanos y mis padres aquello no supuso una novedad, para mi hermana y para mi aquello era increíble.

Increíblemente la comida no estaba en la alacena, ni había que ir a comprar algunas cosas a la tienda de Alfonsete, vimos con sorpresa que la comida se compraba en un moderno supermercado donde tú mismo te servías de las estanterías aquello que querías comprar, increíblemente también las cosas no tenían el mismo sabor, ¡qué asco!, el aceite no era como el del molino de mi pueblo, este sabia a ¿petróleo?, los dulces no eran como los de mi madre, sabían a jabón, la fruta estaba como verde, no era jugosa y dulce, el chorizo, ay, no era nada parecido al que hacían en casa, era Chorizo Revilla y según decían en el anuncio de la tele tenía un sabor de maravilla, pero que va, eso no era más que un duro trozo de plástico.

Mi madre las paso moradas para hacernos comer a mi hermana y a mí, pero al final nos acabamos acostumbrando, así es la ley de la supervivencia y así comenzó nuestra nueva etapa.

2 comentarios:

  1. A los cinco años tenía un vecino de la misma edad que se cambio de casa y ya nunca más lo volví a ver, mi amigo Simón. Me acuerdo que su familia se mudo un domingo en la mañana, la verdad me dió mucha tristeza, ibamos al mismo kinder y salíamos a jugar a la calle con nuestros juguetes. Dos niños pequeños, que no entendían porque se tendrían que distanciar.

    Difícil decisión la que debieron tomar tus padres, para poder aminorar la intensidad del dolor.
    ¿Has vuelto de vez en cuando al pueblo donde naciste?
    La comida hace evocar los mejores recuerdos de una persona, que feo dejar esos manjares a los que estabas acostumbrada y reemplazarlos por las artificiales imitaciones de la industria, con razón no te gustaban los alimentos en la ciudad.
    ¿Será que Dios le da preferencia al sexo masculino?
    No creo. La administración de los asuntos de Dios es corrompida por sus ministros, aquí en el mundo. Esa tendencia machista y el pensamiento de que la mujer es débil y menos capaz que el hombre, prevalece hasta estos años. En fin, se nos olvida de donde provenimos.
    Un abrazo, Amiga Inma, cuídate mucho, gracias por compartir tus recuerdos, luego nos leemos.

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  2. Si Pherro, vuelvo cada año, cuando nos vinimos a Sevilla era mi padre quien cada año por el día de Los Difuntos iba al pueblo a llevar flores a mi hermano, cuando mi padre no pudo, yo tome el relevo y cuando murió lo enterramos con mi hermano, así que cada año voy a mi pueblo a visitarlos, así hasta que ya no pueda, no se si mis hijos seguirán haciéndolo, aunque me temo que no.
    Un fuerte abrazo, nos leemos

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