La
administración. Ay omá, la administración, ese ente despersonalizado que sin
embargo está representado por las personas que en cada momento ostentan “el
poder”, y lo ostentan porque la mayoría de las veces están en el sitio oportuno
en el momento exacto. Ese sitio es el
culo del que está por encima del chupaculos , y he dicho la mayoría de las
veces porque hay ocasiones en que ciertamente quien manda es la persona que
reúne las cualidades necesarias, pero por desgracia son las menos.
Después
de 42 años de profesión he visto de todo, supervisoras que eran monjas,
supervisoras que eran la mujer del jefe de servicio (quien dice mujer también
puede decir amante) directores de algo maridos de mandamasas (quien dice marido
también puede decir amante), hermanos de jefes, vecinos de jefas y un sinfín de
combinaciones, pero casi siempre los mas pelotas, chupaculos, trepas y
mandingos han sido, y cada vez son más, los que detentan algún poder o
podercillo de tal modo que al final los que mandan son los más ineptos y
obtusos.
Cada
vez que un jefe alto pare una cagada, la cascada de mierda en sentido
descendente es directamente proporcional a la situación de cada cual en la
pirámide de mando ¿Se ve claro, no? La mierda gorda al final le cae al currito,
al que está abajo del todo.
Yo
tengo ya una capa de mierda encima de tal grosor que ni me cosco cuando llega
una catarata nueva, producto de la diarrea mental del mandinguillo de turno,
ellos cagan y nosotros tenemos que tragarnos sus mierdas. A estas alturas de mi
vida profesional he visto de todo, ocurrencias de todo tipo, tonterías gordas y estupideces
varias, eso sí ninguna que fuera en aumento de la calidad de asistencia. La tal
calidad de asistencia va para abajo que escarba.
Últimamente
estamos en la era de “los registros”, o sea, dejar escrito en esos ordenadores
prediluvianos, que más que a teclas van a pedales, la mayor cantidad posible de
letras, muchas, muchas letras, y luego van y te pagan la productividad, no en función
de tu trabajo, no por tu efectividad como profesional, no por tu
responsabilidad en tu puesto de trabajo, no por hacer las cosas correctamente,
no ¡qué va! La cosa es que mientras más
escribas, aunque escribas memeces, más cosas pongas aunque te las inventes y
más cursos hagas y sesiones clínicas te comas, más puntos te dan.
Es decir, que eres un profesional del TBO, más flojo que un poyete y más
irresponsable que un niño de teta, pero escribes mucho y haces cursos absurdos
y te tragas un sinfín de sesiones clínicas, las más de las veces repetidas y mas
inútiles que la primera rebanada de pan Bimbo y eres lo más de lo más y te
ponen un cacho de nota y te pagan lo máximo de productividad.
Vamos
que tú eres una enfermera que tiene la mala costumbre de dejar una jeringa para
lavar una vía intravenosa encima de la lámpara
de cabecera de un paciente, lámpara que tiene más mierda que un jamón serrano
(esto es verídico y me ha pasado a mí como usuaria) pero escribes en ese
ordenador de a pedales el Quijote, y eres el súmmum de la excelencia
enfermeril. La reina de los registros ¡Ole esa enfermería registrante! Si el
paciente pilla una infección nosocomial multirresistente que cuesta en euros curarla
un ojo de la cara y parte del otro, eso no importa porque ella escribe
mucho y deja muchos registros que es lo que importa.
Y
aquí lo dejo, que esto ya está muy largo y me queda que contar mucho, porque la
capa de mierda es gorda.
Luego
seguimos.
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