jueves, 8 de julio de 2010

Mis recuerdos II








Aquella casa de pueblo, donde vivíamos, era imponente o al menos a mi me lo parecía, no será así porque años después cuando volví al pueblo, mi calle que parara mi era una avenida inmensa, con el paso de los años y siendo yo una mujer me pareció una calle de pueblo y más bien estrechita, en esa casa en la parte de arriba habia tres habitaciones, un distribuidor y un cuarto de baño algo primitivo.
Los niños dormían en una habitación y las niñas en otra, mi abuelo con los niños, y mis padres en la habitación de enfrente.

Eran habitaciones grandes, tan grandes que cabíamos todos, me acuerdo que mis hermanos nos hacían a mi hermana y a mí “el cepo indio”, era agobiante, nos encerraban entre las sabanas, tan apretadamente que no podíamos movernos, nos hacían rabiar de lo lindo.

Mi padre era muy estricto y a la hora indicada nos mandaba a todos a dormir, un día que mis hermanos habían ido al cine a ver una película de vampiros, no querían subir a las habitaciones, estaban cagados de miedo, como les era habitual, me mandaron a mí, la más pequeña, tendría yo cuatro años y me dijeron, venga sube y enciende la luz, yo no quería pero ellos tenían un arma infalible para coaccionarme, a saber, el arma letal era, “le decimos a Papa que te cebe”, extremo este que me horrorizaba, más que nada porque yo sabía que lo que hacían con los cerdos de casa era “cebarlos” para luego matarlos, así que me fui rauda y veloz a encender la luz de la planta de arriba, no fuera a ser que mi padre me cebase, ¡que inocencia señor!.

Mis padres eran maestros de escuela, y ya se sabe el refrán, “pasas más hambre que un maestro escuela”, así que para complementar el exiguo sueldo del gobierno, daban después de las horas oficiales, unas clases de apoyo llamadas “permanencias”, que se cobraban religiosamente, era una hora al salir a medio día y otra al salir por la tarde. Mi padre además daba clases de Geografía e Historia y Francés en una academia particular donde los chicos y chicas hacían el bachillerato por libre, luego se examinaban en el Instituto de Baeza, creo que mi padre además llevaba la contabilidad de algún molino de aceite, con estos ingresos y los regalos que recibían de parte de los padres de los niños, cosas de la huerta, la vida no pasaba del todo mal en casa.


Me acuerdo que el agua, hasta que instalaron el agua corriente en las casas, la traía un hombre en una “pipa”, se llamaba Alejandro, venia un día sí y otro no y mi madre le comprabas dos cantaros de agua potable que estaban en la despensa en una cantarera de madera, el otro agua necesaria para lavar y otros menesteres domésticos los traía “la criada” (que fea palabra) de la fuente que estaba al lado de la iglesia, tres cantaros por lo menos, yo iba con ella con un cantarito pequeño, me encantaba ir allí, hacer cola y escuchar a las mujeres hablando.

Por las mañanas también venia Simón, el lechero, traía la leche de vaca recién ordeñada, mi madre la cocía tres veces, o sea la dejaba hervir y subir tres veces, para esterilizarla decía, no tengo yo muy claro que eso fuera efectivo, el caso es que aquella leche hacia un tomo de nata de dos dedos, eso me encantaba, ¡que delicia!, esa nata con azúcar puesta encima de una galleta María, nunca me ha sabido igual de bien la leche que aquella de mi pueblo.


En casa trabajaba Juana, una mujer del pueblo que no tenía hijos, ayudaba a mi madre en las labores de casa y para nosotros era alguien de la familia, su marido Tomas el de “síguela” tenía sus estacares de olivos y su huerta, iba a la huerta con su burro y en verano íbamos con él los cinco, montados en el burro todos, algunos niños cuando veían al burro tan cargado nos cantaban una cancioncilla, “ a estilo de Portugal cinco burros en un animal”.


Yo disfrutaba en aquella huerta lo indecible, ayudaba a Tomas a recoger los tomates, las cebollas, los pepinos, las brevas, lo mejor era la vendimia, ponían en el suelo unas lonas grandísimas y allí iban tirando los racimos de uvas, yo me tiraba en la lona y me ponía de uvas hasta la corcha, si llovía nos metíamos en una especie de cuevecita que había hecho Tomas con tierra y piedras en un rincón de la huerta, más que nada para evitarlos rayos, decía él.


Cuando llegábamos al pueblo mis hermanos se dispersaban, yo me iba con Tomas a su casa, me encantaba la cena que tomaba un día sí y otro también, tomate frito con huevo cuajado, yo me sentaba en sus rodilla y comíamos los dos, pero no con tenedor, el usaba una navaja para partir el pan y mojarlo en el tomate, una tajadita para él y otra para mí, yo creo que para ellos era yo la hija que no podían tener, nunca he vuelto a probar yo un tomate frito como aquel.



4 comentarios:

  1. Hola amiga, me gusta tu blog, por eso, te voy a agregar a mi lista de blogueros, para que los demás también disfruten contigo... si te parece mala idea, me lo dices.

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  2. En absoluto, no me parece mala idea, al contrario, me gusta compartir mis escritos, para eso los hago, tambien me gusta que te guste mi blog, gracias.

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  3. Dios mio, Inmaculada, estoy extasiada con tus " Memorias".
    Casualidad de la vida, visitando torresocuras.com, vi tu comentario. Yo, que soy de Torreperogil, y aquí vivo, me interesé por tu relato donde comentas que tu niñez la pasaste aquí y que en tu blog habías comenzado a escribir tus recuerdos.
    Ni corta ni perezosa....a tu blog que me voy!!!
    Descubro que viviste dónde yo me he criado y donde siguen viviendo mis padres ¡en la calle Cervantes!! Eso empieza a emocionarme por lo que sigo leyendo...y leo que tu lugar favorito eran las eras....como el mío!! bueno, como el mio y el de todos los niños que por allí nos hemos criao. Además se convertía en un sitio bastante curioso para los que vivían del prao parriba.
    Para nosotros era más que eso, era mágico, porque la imáginación no tenía límites en este lugar.
    Por cierto, este año la feria la montarán entre el paseo santiago y las eras.
    Y también veo que cocíais las tortas en el horno de Gaspar, el padre de la vecina de mi madre...¡ La Miguela!
    Como dicen los jóvenes ahora...que fuerte!!!
    Y el cuartel, que ya no está, y las casas de los maestros, que ya no son de los maestros, y la fuente de la iglesia, que tampoco está....

    Me gustan tanto " tus recuerdos" que con tu permiso los voy a imprimir para leérselos a mis padres, porque nada nos gusta más a los del pueblo que descubrir a alguien que vivió aquí y que además era hija del maestro...jajjaaa.

    No sé siquiera si serás contemporáneo de ellos pero es muy gracioso que mi madre también se criara en el entorno...la calle Arrañales!

    Te seguiré leyendo

    Abrazos

    Manuela

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  4. Hola Manuela, me encanta que aunque sea por puracasualidad descubrieras mi rinconcito, donde hablo de mi Torre nata, esoerio que a tus padres les guste mi modesta aportacion a los recuerdos de nuestro pueblo. Muchos besos.

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